Muchas de las pistas que tenemos actualmente sobre cómo se alimentaban, luchaban y morían estos guerreros del Imperio Romano, las tenemos gracias al descubrimiento de un cementerio de gladiadores descubierto en 2007 en las ruinas de Éfeso, en Turquía. Por ejemplo, al analizar los restos óseos, los investigadores descubrieron que los gladiadores heridos habían recibido tratamiento médico de calidad, incluso hay un caso en concreto en el que se había practicado una amputación quirúrgica.
Además, el tipo de cortes sugiere que no se realizaron de forma desordenada y caótica, sino con cierto cuidado para no ser mortales, excepto en algunos restos en los que sí se llegó a observar una herida concreta mortal, el famoso golpe de gracia para acabar con el sufrimiento del luchador. También en el mismo cementerio se han encontrado restos de gladiadores que probablemente obtuvieron su libertad, dedicándose después a otros menesteres. Algo que se observa en la antigüedad de las últimas heridas recibidas, el cambio en la alimentación y que la muerte había sido natural, ya que los restos pertenecían a un hombre mayor.
En cuanto a la alimentación, tras analizar los restos de este cementerio, los investigadores revelaron que todos los individuos consumieron plantas como trigo y cebada, como alimento básico. Algunos también mostraban signos de consumo de plantas como mijo y maíz. Además, los datos extraídos de gladiadores varones y hembras no difieren significativamente, por lo que la alimentación fue similar.
«Los gladiadores consumían una dieta prácticamente vegetariana, distribuida en tres comidas muy copiosas con una clara finalidad. El elevado consumo principalmente de cebada, también de trigo, y habas parece darles un excedente de energía que se almacenaba en sus cuerpos en forma de grasa subcutánea. Esto les dotaba de una especie de capa o segunda piel que amortiguaba el impacto de los golpes, de esta manera preservaban sus huesos y músculos», confirma a EL ESPAÑOL María Carmen Japaz, dietista y nutricionista. La experta explica que esta capa de grasa les permitía ofrecer el espectáculo de sangrar debido a cortes superficiales sin que corrieran peligro músculos, nervios ni órganos vitales.
Trigo, habas y cebada
Al parecer la dieta de los gladiadores era casi vegetariana, aunque no de forma voluntaria, es decir, era una dieta impuesta y es probable que a más de uno se le antojara en algún momento carne de cerdo o vaca. El pescado y el marisco no era algo habitual en su dieta, aunque algunas fuentes señalan que se llegaban a consumir estos alimentos muy de vez en cuando, sobre todo si geográficamente estaban en una ciudad costera o con acceso a este tipo de comida, como atestigua el estudio citado anteriormente.
El consumo de cebada es algo que los gladiadores tenían en común con el resto de los mortales, ya que, según el geógrafo del siglo I, Plinio el Viejo, este cereal era muy popular entre los romanos por ser barato y muy nutritivo. De hecho, en algunas zonas, los gladiadores recibían el sobrenombre de comedores de cebada.
Le cebada supone un importante aporte de hidratos de carbono, mientras que las habas son ricas en proteína. Sin embargo, una dieta sin más añadidos, presenta carencias de algunas vitaminas como B12, de minerales como el calcio y de grasas.
Algunos historiadores como Sacristán, señalan que algunos promotores o lanistas del Imperio Romano, que se encargaban de comprar y vender luchadores, sobrealimentaban a sus púgiles para que tuvieran ventaja en cuanto al tamaño frente a sus rivales. Algo que también les ofrecía protección ante cortes y laceraciones. Por lo que es probable que no tuvieran tanta carestía de micronutrientes al consumir, aunque sea muy de vez en cuando, grasas animales, algo de carne o pescado.
La bebida energética de la época
Los gladiadores completaban su dieta con un brebaje misterioso de tono oscuro que básicamente era como la bebida energética de la época. Al carecer de batidos de proteínas, los luchadores se nutrían con una mezcla de cenizas de plantas y vinagre, y según algunos autores, huesos de animales molidos, cuya finalidad era suplementar el calcio que no obtenían con los alimentos que ingerían. Algo que recoge el doctor en Historia Alfonso Mañas en su libro Gladiadores, el gran espectáculo de Roma. «Además, esta bebida a base de cenizas de plantas, era rica en calcio y magnesio, lo que les servía a modo de recuperador muscular después de sus peleas», añade Japaz.
Por eso insiste Sacristán en desmitificar la imagen que ha vendido Hollywood sobre los gladiadores romanos y valorar como a pesar de haber pasado milenios desde esta época hasta la actual, algunos aspectos como el disfrutar de un espectáculo de peleas entre personas cuyo físico es portentoso, no han cambiado nada.