Miles de ERE a lo largo de una de las peores recesiones económicas del país dejaron en la calle a decenas de miles de valencianos que vieron en el sector de la hostelería su tabla de salvamento. El que no montó un bar o restaurante, acabó trabajando de camarero o cocinero.
Hoy, cuando la crisis parece superada (según los indicadores económicos), son muchos los que han abandonado el campo de la hostelería y regresan a su Ítaca laboral. La masiva renuncia al mandil ha provocado que hoy en día los establecimientos hosteleros, especialmente los de gama media y media-alta, sufran un déficit de mano de obra cualificada.
«En estos momentos nos encontramos con un serio problema para poder encontrar personal de sala y cubrir la demanda de personal que tenemos los empresarios. Estamos volviendo a la época del 2007, de los años previos a la crisis en los que teníamos serias dificultades para encontrar plantilla», cuenta el presidente de la Federación Empresarial de Hostelería de Valencia (FEHV), Manuel Espinar.
Dignificar la profesión
Explica que durante los años de la crisis, este sector ha asumido personal que procedía de otros ámbitos, «gente que tenía licenciaturas universitarias y experiencia laboral en otras profesiones y que se tuvieron que reconvertir, se formaron en hostelería y se integraron en el mercado laboral. Pero en estos momentos en que otros sectores se están recuperando, se están volviendo a marchar a nuevas oportunidades para ejercer sus profesiones».
Debido a ello, los propietarios de bares y restaurantes se encuentran con grandes dificultades para cubrir sus plantillas. «Es una realidad que hay un déficit de personal cualificado y formado en sala». El perfil más demandado en estos momentos es el de camarero con idiomas, principalmente inglés.
Desde la FEHV insisten en la importancia de la formación y la profesionalización, «pero el problema es de base». Según Espinar, se trata de «algo más filosófico; es el concepto que tiene que cambiar en la sociedad y que permita dignificar al profesional y el servicio de la sala».
Al respecto, lamenta el estigma que existe hacia esta profesión, «que hace que se vea este trabajo como una salida temporal y a corto plazo sin valorarse el oficio y la importancia que tiene un camarero para el buen funcionamiento y el servicio de calidad de un establecimiento hostelero».
Recuerda que la imagen que se lleva un cliente, además de la comida, es el trato recibido. «Por eso hay que poner en valor esta profesión. Esto es algo que en cocina ya se ha conseguido. En los últimos años hasta los programas de televisión han influido en la sociedad y la percepción que se tenía de la profesión de cocinero».
Por ello considera importante que desde la sociedad se empiece a valorar esta profesión. «Eso no ocurre en otros países donde el jefe de sala o ‘maître’ está muy valorado, incluso por encima del jefe de cocina», lamenta.