No hay cosa que me dé más rabia que equivocarme al pedir en un restaurante y terminar con hambre o con mucha comida sobrante (esto último no suele pasar, para que os voy a engañar). Y es que en España estás en manos de la buena voluntad del camarero y sus recomendaciones. Los conceptos de tapa y ración son tan ambiguos que puedes terminar con cuatro trozos ridículos o con tres kilos de patatas bravas de forma ciertamente aleatoria. En Rumanía debía suceder lo mismo hasta que un día algún político debió quedarse con hambre y decidió poner final a dicho desmadre.
Desde entonces, siempre que pides un menú en un restaurante puedes ver el peso aproximado de cada ración o plato. Y en ocasiones te separan incluso el peso del producto principal y el acompañamiento. Se acabaron las sorpresas y las malas caras a ese camarero que no te avisó que igual ocho raciones para tres personas era demasiada comida.