Despuntaba la década de los 60 cuando D Vicente Navarro abría las persianas de un nuevo comercio en la Avenida Cardenal Benlloch de Valencia. Tal vez imaginaba que seis décadas después su pequeño negocio seguiría en pie, en ese mismo lugar y en su misma familia. Tal vez ni se atrevía. Trabajó para ello, desde luego, y primero su hijo y después su nieto supieron aprender el oficio y mantenerlo vivo.
Lo primero que llama la atención cuando te plantas ante el número 100 de esta gran arteria de la ciudad es la fachada de cerámica, con motivos vegetales y en ese tono sepia en que nos imaginamos siempre los viejos (y buenos) recuerdos y que anuncia la entrada a un local con solera. Sus puertas de cristal dejan ver que en ese local se encierran muchos tesoros. Un largo mostrador de madera. Las paredes llenas de recipientes de cristal de diferentes colores. El olor especial de un lugar especial.
Toda una oferta de los mejores vinos a los mejores precios. Blanco, tinto. Hasta el rosado que se vende allí sella la boca de quienes dicen que el rosado no es vino. Otras tradiciones muy nuestras, como tomar el vermú, encuentran en esta bodega la oportunidad de probar sabores nuevos, que vienen de lugares que conocemos y de los que, tal vez, hasta ese momento, no sabíamos que producían productos que compiten en calidad con las más famosas denominaciones de origen.
Más sabor a costumbre. El aceite. Los aceites, porque hasta en estos sorprende la gran cantidad de variedades entre las que podemos elegir. Embutidos seleccionados. Panes. Dulces típicos cuando la época del año invita a ello. Acompañados del vino correcto, el aceite correcto, la mistela perfecta.
David no molesta cuando entras. Te deja mirar. Sabe que algo te va a llamar la atención y que preguntarás. No necesita agobiarte. Cuando por fin haces lo previsto, siempre un buen consejo. Este tinto, te va a encantar con el jamón serrano. A este queso le va este. Y para el postre, este otro, que es dulce. No falla.
David es la tercera generación de Navarro que está al frente de la bodega. Su padre, Manolo, le enseñó bien el oficio y, al igual que hizo este, David ha sabido adaptar el negocio familiar a los nuevos tiempos. Incluso a tiempos de pandemia.
Nunca ha cerrado. Ha trasladado el grueso del servicio a la venta on line mientras ha hecho falta. Y el servicio es tan rápido y bueno que seguro que muchos seguiremos recurriendo a él en el futuro. Navarrobodeguero.com, así de fácil. Cuando entras en la página casi notas el olor del vino y de la nostalgia. A eso se le llama evolucionar sin perder la esencia.
No obstante, ningún aficionado a las bebidas espirituosas de cualquier tipo -sorprende la variedad de whisky, ginebra, vodka, ron, etc. que se puede encontrar—y ni mucho menos quienes disfrutan con una copa de vino bien maridada, deben renunciar a vivir la experiencia de visitar la bodega en persona porque no se trata de comprar algo, sino de vivir algo. Sesenta años desde aquel día y no ha perdido ni un gramo de encanto. Navarro bodeguero tiene sus puertas abiertas y merece la pena cruzarlas.