Jose Cuñat | Pedro Galindo escribió en 1678 cómo Nabuzardan cocinero del infierno, es el que da a los cocineros las notas y los libros de cocina para tentación de los mortales, siendo esto la caída del hombre en la tentación y en la esclavitud de los deseos terrenales. Ayudado por Ademuz, primer panadero, que cada día saca a vender sus nefandas invenciones para perdición del hombre.
Con que de uno en otro yerro mayor, de tal manera ensanchan la Ley y doctrina de Christo tirándola y despedazándola, que hazen quepa en ella, y abraze la suya tan dilatada y perdida. La sed insaciable con que buscan, y solicitan los puestos, honras, riquezas, galas y gustos de esta vida, quieren ser agradables a Dios, y también quieren no le sea de ofensa tus vanquetes, y Comedias con que celebran las fiestas, con tanta abundancia y diversidad de manjares bebidas regaladas, preciosos checolates, de olor muy subido que ni sus antepasados conocieron, ni otro que Nabuzardan, cocinero de el infierno los pudo inventar, notando, y dando a los cocineros curiosos libros de cocina, para darles gusto, y facilitarle su goloso apetito, y no les es posible. Quieren otro si, conformar tus trages costosos, vanos y deshonestos, con la pobreza, vileza, y aspereza de los de Christo, y sus Discipulos, sus camas regaladas, con la de su dura Cruz, y con la que toda su vida uso que pudo decir y dixo con verdad; Las zorras tienen sus cuevas, y camas donde se albergan….
«Verdades Morales en que se reprehenden, y condenan los trages vanos, superfluos, y profanos; con otros vicios, y abusos que oy se usan: Mayormente los Escotados deshonestos de las mujeres / Dedicale al Muy Augusto y Venerable Sacramento del Altar, su autor, el Maestro Don Pedro Galindo, Clerigo Presbytero, natural, y morador de la Villa de Alcaçar»
De nuevo el franciscano Juan de Santa María habló de Nabuzardan cocinero del infierno en su libro editado en 1615 » Chronica de la provincia de San Joseph de los Descalzos de la Orden de Menores de S. Francisco». Bajo la profesión de obediencia, pobreza y castidad y la premisa en los ayunos y abstinencias más frecuentes de los franciscanos, en su estricta disciplina, nos narra en el texto cómo Nabuzardan tentaba al padre San Francisco con guisados bien hechos y golosinas. Pero este siempre buscaba una excusa para atenerse a su abstinencia o gula.
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En 1626, se publicada en Madrid «Conservación de Monarquías y discursos políticos sobre la gran consulta que el consejo le hizo al señor Rey Don Felipe III» cuyo propósito principal de la obra era proporcionar un comentario sobre la consulta que Felipe III había hecho al Consejo de Castilla en 1618. de Pedro Fernández de Navarrete, (La Rioja), 25.XI.1564 – Madrid, 13.III.1632. Arbitrista, eclesiástico, consultor del Santo Oficio de la Inquisición y rector eventual en la Universidad de Santiago.
En sus textos vuelve a hacer referencia a Nabuzardan al hablar sobre el Emperdor Constantino quien le dijo a su entenado, hijastro, que no pida que se le sirvan «faysanes» ni «ubres de puerco» ya que los que son inclinados a demasiados regalos son quemados por los cocineros, como Nabuzardan cocinero mayor, que fue quien prendió fuego a la ciudad de Jerusalén y su templo. El rey Baltasar , estando en un convite, vio la mano que le notificaba la sentencia de muerte, que aquella misma noche le dieron los Calderos; por la demasía en comida y hace referencia a que los cocineros son los que abrasan las haciendas y quizás las conciencia.
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Aunque aquí Naburzardan se confunde con Nabuzaradán capitán de la guardia de los babilonios, que solía estar delante del rey de Babilonia, Nabucodonosor.
(2 R. 25.8-21; 2 Cr. 36.17-21; Jer. 39.8-10)
12 Y en el mes quinto, a los diez días del mes, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán capitán de la guardia, que solía estar delante del rey de Babilonia.
13 Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y destruyó con fuego todo edificio grande.
14 Y todo el ejército de los caldeos, que venía con el capitán de la guardia, destruyó todos los muros en derredor de Jerusalén.
15 E hizo transportar Nabuzaradán capitán de la guardia a los pobres del pueblo, y a toda la otra gente del pueblo que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia, y a todo el resto de la multitud del pueblo.
16 Mas de los pobres del país dejó Nabuzaradán capitán de la guardia para viñadores y labradores.
Al igual que pasa en «El tratado de la vanidad del mundo con las cien meditaciones del amor de Dios» Escrito por El V. P. Fr. Diego de San Christoval (1785). Donde nos comenta que la abundancia de vino y manjares crea vicios y torpezas, produciendo gusanos en el alma destruyendo al hombre. «Nabuzardán. Príncipe de los cocineros, destruyó los muros de Jerusalen, como la glotonería destruye las virtudes del anima…. Si aborreces los manjares del Egipto, gustarás del maná del cielo, siendo tu ánima recreada con sabrosos manjares y consolaciones espirituales del cielo» Es decir Nabuzardán es de nuevo confundido con Nabuzaradán capitán de la guardia de los Babilonios.
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Posiblemente desde Ramá (ver com. vers. 14; cap. 40: 1 desde el libro del Profeta Jeremias). Nabuzaradán aparece en los registros babilónicos. Su nombre babilónico, Nabu-zer-iddinam, significa ‘Nabu da descendencia». Su título hebreo rab-tabbajim, «capitán de la guardia», aunque bien traducido, en realidad significa, «jefe de los carniceros». El término era empleado en un sentido más amplio para designar al jefe de la escolta del rey. En los registros babilónicos de varias décadas más tarde, Nabuzaradán aparece como «cocinero jefe», título que idiomáticamente tenía un significado más amplio: «canciller»
En el pasaje del libro de los Reyes en que se relata la caída de Jerusalén ante los Caldeos,la derrota de Jerusalén en manos de Nabucodonosor y de uno de sus oficiales Nabuzaradán (llamado por Jeremías el príncipe de los cocineros), representa la caída del hombre en la tentación y en la esclavitud de los deseos terrenales. Esta metáfora política nos obliga a pensar el conflicto entre las dos voces que estructuran el relato de la historia de Occidente como un conflicto estrictamente político. El antagonismo que establecía el Apocalipsis entre Jerusalén celestial y la gran Babilonia se reconfigura, en la hermenéutica gregoriana, en dos nuevas metáforas o alegorías: los muros de Jerusalén y el príncipe de los cocineros.
Juan Ruiz Arcipreste de Hita en el Libro de buen amor II de ediciones de «La lectura» Madrid 1913
»Yo las serví un tienpo, moré y byen diés años:
»Tienen á sus amigos viçiosos, syn sosaños,
»¡Quién diríe los manjares, los presentes tamaños,
»Los munchos letuarios nobles é tan estraños!
»Muchos de letuarios les dan muchas deveses:
»Diaçitrón, codonate é letuario de nueses,
»Otros de más quantía de çinorias rreheses,
»Enbían unas é otras cada día á rreveses.
Letuario, electuario, del bajo latín electuarium, eligere, elegir, confección de polvos compuestos, pulpas ó extractos, con jarabe de azúcar o miel. Eran los medicamentos antiguos por excelencia. El Abad Nilo dijo en el siglo XI que el cocinero mayor del infierno era Nabuzardan, quien, ayudado de Ademuz, primer panadero, cada día saca á vender sus nefandas invenciones para perdición del hombre, (Es sumamente curioso que Lucifer dividiese su cocina en disciplinas perfectamente diferenciadas. Por una parte la cocina, y por la otra, los panes y dulzainas.)pues ni Dios le crió con salsillas ni Adán supo de guisados, despensas, repuestos, botillerías, golosinas y otras monstruosas invenciones. San Bernardo en su Apologia ad Guillelmum abbatem enumera no pocos guisotes y maneras de aderezar los huevos. El Arcipreste critica aquí las amistades monjiles y las golosinas con que regalaban á sus amigos. Diaçitron, la corteza de la cidra confitada y cubierta, de citrus, cidra. Pragm. Tasac. año 1680, f. 48. Codonate, carne de membrillo, el cual en catalán suena cudon, de cydoniu(m) (malum) (Properc. 3, 11, 17), de κυδώνιος, de la ciudad de Cydon en Creta. Hállase en farmacopeas antiguas. Otros letuarios de nueces y de viles zanahorias.
“la santa edad en que todas las cosas eran comunes y en las que a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo, que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente le estaban convidando con su dulce y sazonado fruto, si estos felices tiempos , decimos, no se hubiesen trocado por las malas artes y nefandas invenciones, de aquel pícaro cocinero mayor del infierno, Naburzardan; quien, concurriendo a la mayor perversión del hombre, hízole olvidar “la fértil cosecha del dulcísimo trabajo de las solicitas y discretas abejas” por los guisados y repuestos, salsas y botillerías que en las infernales cocinas se confeccionaban y su gete cada dia vendía al hombre según el Abad Nilo nos refiere.» Felipe- Benicio escribió en los apendices de Arte Cisoria en 2006
»Cominad’, alexandría, con el buen diagragante,
»Diarrodon abbatis con el fino gengibrante,
»Miel rrosado, diaçymino, diantoso va delante,
»E la rrosata novela, que debiera nonbrar ante.
El abad Pastor dijo: «Si Nabuzardán, el jefe de cocina, no hubiese venido, no se hubiese incendiado el templo del Señor (cf. 2 Re 25,8). Del mismo modo, si la gula y la hartura en el comer no penetran en el alma, nunca sucumbirá el espíritu en su lucha contra el enemigo».
En definitiva Nabuzardan un aliado de Satanás que preparaba exquisiteces para que el maligno tentase a sus víctimas, sobre todo a los eremitas y a los monjes de buen diente, a los gourmets de cenobios y monasterios. Y Ademuz, un artesano que sabía de trigos, centenos y harinas diversas y que con su masa madre más excelsa complementaba los menús del cocinero infernal. Presumo que Ademuz era también repostero que elaboraba postres variados, tartas de merengue y crema pastelera. ¿Habrá también cocinero en el cielo que haga los tocinitos o los brazos de santo?
Quizás Nabuzardan ha ganado la partida. Los cuerpos humanos se han convertido en objetos de consumo para lo que podríamos denominar «sociedad de la saciedad» aplicándole a saciedad la definición que hace del término Ambrose Bier en el Diccionario del Diablo «Sensación que nos produce el plato después de vaciarlo, señora…» Nuestros instintos han sido domesticados a base de salsas, definidad también por Bierce como «único signo infalible de la civilización y cultura. Un pueblo sin salsas tiene mil vicios. Por cada salsa inventada y aceptada, se renuncia a un vicio y se olvida».
Los grandes chefs del siglo XXI están que se salen, con sus gracias, distraen, son sorprendentes, ofrecen golosinas y la gente se ríe.