Pocas delicias culinarias se comparan al placer que brindan unos calamares rebozados, fritos y perfectamente calientes. Ya sean en forma de anillas, como los calamares a la romana, o en la versión clásica de las rabas cántabras, en esencia, se trata de una fritura que conquista los paladares.
Lo sorprendente es cómo diferentes culturas gastronómicas de nuestro país han llevado esta técnica a nuevos niveles de excelencia con los calamares. Desde la vertiente cantábrica con sus rabas hasta el clásico sur de las cocinas andaluzas con la fritura de pescado. Incluso los bocadillos de calamares, un sello distintivo de la escena madrileña, demuestran que esta delicia trasciende las fronteras geográficas.
A pesar de que en toda España se disfruta de la fritura, ciertas regiones han elevado esta técnica culinaria a una forma de arte.
En uno de sus libros, «Las recetas de toda la vida», se ofrece una clave importante. Primero, enfatiza que los calamares rebozados deben ser fritos en aceite caliente durante no más de dos minutos. Este tiempo es suficiente para cocinarlos y dorarlos.
Además, se aconseja mover los calamares ligeramente mientras se fríen para evitar que se peguen entre sí, un problema común. Sin embargo, esta no es la pista más valiosa que brinda para conseguir calamares extra crujientes.
El verdadero truco consiste en lograr que los calamares no queden demasiado pesados ni demasiado blandos. Esto a menudo puede parecer inevitable si no se consumen de inmediato o si no se han escurrido adecuadamente.
No obstante, la clave para obtener una textura extra crujiente en los calamares rebozados reside en evitar uno de los ingredientes convencionales: la harina. En su lugar, se sugiere un enfoque directo: sumergir los calamares en huevo batido y luego en pan rallado, omitiendo completamente la harina.
Este consejo demuestra cómo pequeñas modificaciones pueden marcar una gran diferencia en el resultado final y transformar la experiencia de disfrutar unos calamares rebozados.
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