El glifosato (N-fosfonometilglicina, C3H8NO5P, CAS 1071-83-6) es un herbicida de amplio espectro, desarrollado para eliminación de hierbas y de arbustos, en especial los perennes. Es absorbido por las hojas y no por las raíces. Se puede aplicar a las hojas, inyectarse a troncos y tallos, o pulverizarse a tocones como herbicida forestal.
El glifosato mata las plantas interfiriendo con la síntesis de los aminoácidos fenilalanina, tirosina y triptófano. Lo hace inhibiendo la enzima 5-enolpiruvilshikimato-3-fosfato sintasa (EPSPS). Aunque el crecimiento se detiene a las pocas horas de la aplicación, la hojas tardan días en volverse amarillas. 3 La EPSPS sólo es sintetizada por plantas y algunos microbios, pero no por mamíferos, por lo que este mecanismo de acción no les afecta
AGENCIA CTyS/DICYT En octubre de 2015, un equipo de científicos de la Universidad Nacional de La Plata encontró –sin buscarlo- glifosato en gasas, toallas femeninas y tampones, entre otros productos de higiene. La noticia causó impacto en los medios, pero no fue novedad en los pueblos afectados por su uso: el algodón estaba igual de contaminado que el aire, el agua, el suelo y la orina de los consumidores.
Ese mismo año, un equipo integrado por docentes y alumnos de la Facultad de Agronomía de la UBA desarrolló el Glifotest, un dispositivo que, con la misma lógica de los test de embarazo tradicionales, determina la presencia de glifosato en sustratos diluidos en agua a partir de una bacteria modificada genéticamente.
El docente e investigador a cargo del proyecto, Lic. Pablo Peralta Roa, dialogó con Agencia CTyS-UNLaM acerca de esta iniciativa que nació a partir de TECNOx, la competencia sobre biología sintética llevada a cabo en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, donde obtuvieron una mención por el trabajo en comunidad.
“La biología sintética –apunta el investigador- es la ciencia y la técnica que se encarga de diseñar y construir bloques de genes que confieran a organismos características y funciones nuevas, que no existen en la naturaleza”. Esta disciplina, que recientemente comenzó a desplegarse en el campo científico argentino, les permitió embarcarse en el diseño de un test de detección de glifosato, que funciona mediante una coloración diferencial de bacterias Escherichia coli modificadas genéticamente.
“Se trata de un kit en el que uno tiene la bacteria deshidratada fijada en una tira reactiva -de plástico o de papel- que se torna de un azul intenso al colocarla en una solución que contiene glifosato como contaminante”, apunta Peralta Roa y agrega que el proyecto se encuentra en fase experimental.
A futuro, el equipo planea una versión más compleja de este dispositivo que no solo pueda detectar glifosato, sino también el nivel de su concentración a partir de distintos colores, en la sustancia que se quiere evaluar.
Para lograr la detección de glifosato, los investigadores seleccionaron una bacteria Escherichia coli y la modificaron genéticamente agregándole dos genes de otros microorganismos que actúan en serie. El primero, participa en la ruta de degradación del glifosato “cortándolo” en 2 productos.
El segundo gen reacciona ante la presencia de uno de estos productos produciendo un pigmento que tiñe a la bacteria de un azul intenso que se puede observar a simple vista. Si no hay glifosato en la solución, la bacteria permanece con su aspecto normal, de color blanco amarillento.
Un beneficio adicional de la innovación es que cualquier persona puede manipular el kit. Así lo explica Peralta Roa: “Hoy en día, si uno tiene sospecha de que algún alimento, agua o material puede llegar a tener glifosato, tendría que tomar una muestra y dirigirse a un laboratorio de bioquímica, en el que se necesita no sólo de un equipo especializado que permita detectar glifosato sino también de profesionales especializados que sepan manejar tal equipo. Con este detector, en cambio, cualquier persona podría tener la herramienta al alcance de su mano, llevarlo al arroyo que le genera inquietud o probarlo en su casa con los materiales que le generan dudas de una probable contaminación”.
Como los diferentes inventos expuestos en TECNOx, pensados para la paliar distintas problemáticas sociales concretas, el proyecto es un ejemplo de las prometedoras posibilidades que se abren en el terreno de la biología sintética, un espacio que cobra fuerza en Argentina –y en toda Latinoamérica- en distintas disciplinas.
El equipo de investigación se completa con los estudiantes Evelina Caparros Frentzel, Ximena Romano, Victoria de la Paz Bernasconi Torres, Daniel Franck, Luis Francisco Magni, Guillermo Saá, Lautaro Castro y el Dr. Sergio Ghio como co-coordinador.