Comer juntos ya no se lleva: cómo la comida preparada también se come la vida en familia

19 abril, 2025
3 mins read

: La explosión de los platos listos para comer ha redefinido no solo lo que comemos, sino cómo lo hacemos. La cocina compartida, la sobremesa y la comida como ritual colectivo ceden terreno frente a un modelo individualista, rápido y silencioso. ¿Estamos perdiendo algo más que recetas?


La mesa vacía (o llena de móviles)

Cualquiera que haya crecido en una casa mediterránea lo sabe: comer era un acto social, casi sagrado. El arroz los domingos, el pan con chocolate en la merienda, las cenas improvisadas alrededor de la televisión comentando la jornada. Había gritos, sí. Y discusiones. Y risas. Pero, sobre todo, había gente junta.

Hoy, en muchas casas, lo más parecido a comer en familia es coincidir en la cocina para calentar el plato en el microondas, uno detrás de otro, y luego desaparecer cada cual con su bandeja rumbo al sofá, al escritorio, o al cuarto.

Porque lo que hemos ganado en eficiencia alimentaria, lo hemos perdido en convivencia.


La comida preparada: aliada de la individualidad

Los platos listos para comer están diseñados para eso: una persona, una ración, una comida. No hay que compartir. No hay que repartir. No hay que preguntar “¿cuánto arroz hago?”. Solo hay que abrir, calentar y consumir.

Este formato alimenta una lógica individualista que encaja perfectamente con los nuevos ritmos urbanos, pero erosiona lentamente la dimensión social de la comida. Comer ya no es un momento compartido, sino un trámite personal. Como cargar el móvil o ducharse rápido antes de salir.

Y si antes la cocina era un punto de encuentro, ahora es un espacio de tránsito donde cada uno entra y sale con su tupper como si fuera un vestuario del gimnasio.


La sobremesa, ese lujo vintage

En las casas de nuestros padres y abuelos, la sobremesa era casi tan importante como la comida. Se alargaba, se disfrutaba, se improvisaban cafés, se arreglaba el mundo entre cucharadas de postre. Hoy, ese concepto parece casi de museo.

En el modelo actual, donde todo se mide por minutos —cuánto tarda en calentar, cuánto en comerse, cuánto en tirarlo a la basura—, no queda espacio para el “después”. Terminamos de comer y seguimos con otra cosa. El plato listo para comer no solo nos da comida rápida. Nos da también la excusa perfecta para levantarnos rápido de la mesa.

¿Y el resultado? Comemos más, pero compartimos menos.


Nuevas formas de comer, nuevas formas de vivir

La tendencia no solo afecta a hogares con ritmo frenético. Incluso en viviendas compartidas, parejas jóvenes o familias con hijos, la sincronía alimentaria ha desaparecido. Cada uno tiene su horario, su dieta, su microondas, su plato.

El “¿qué hay de comer?” ha sido sustituido por el “¿tú ya has comido?”, y la cocina ya no es un escenario compartido, sino una estación de paso. Comemos lo que queremos, cuando queremos, y cómo queremos. Y aunque eso suena liberador, también deja un vacío.

Porque no solo nos nutrimos de proteínas y carbohidratos. Nos alimentamos de compañía, de conversación, de rutina compartida.


¿Y los niños? Aprenden lo que ven… o lo que ya no ven

Este cambio tiene una implicación profunda en las nuevas generaciones. Si los niños crecen sin ver a sus padres cocinar, sin compartir comidas en familia, sin conversaciones de sobremesa, ¿cómo construirán su relación con la comida y con los demás?

La comida preparada enseña rapidez, autonomía… pero no enseña paciencia, ni planificación, ni compartir. Es un modelo que funciona muy bien para adultos con prisas. Pero no tanto para criar comunidad.


Cocinar juntos: una especie en vías de extinción

¿Hace cuánto no cocinas algo en pareja? ¿Hace cuánto no preparas una comida con amigos? ¿Hace cuánto no haces una cena en la que todos colaboran, desde pelar hasta servir?

La cocina compartida es una práctica en declive, sustituida por cenas de delivery y reuniones donde lo único casero es el hielo del cubata. El acto de cocinar juntos generaba confianza, diálogo, coordinación. Ahora, incluso eso lo subcontratamos.

Y así, poco a poco, la comida se convierte en un producto más, no en una experiencia.


¿Hay esperanza?

Sí. Pero hay que reconocer que este no es solo un problema de bandejas y microondas. Es un problema de cómo priorizamos nuestro tiempo, cómo entendemos la convivencia y qué valor le damos a los pequeños rituales cotidianos.

Podemos seguir usando comida preparada, claro. Pero también podemos recuperar algunas comidas compartidas. Cocinar un día en familia. Preparar una cena entre amigos. Hacer de la comida algo más que un momento para tragar.

Porque si todo lo que hacemos es “alimentarnos”, tarde o temprano dejará de tener sabor.


Para reflexionar:
¿Estamos comiendo más solos porque no tenemos tiempo… o porque hemos olvidado lo que era compartir una comida?

Sobre mi

Valencia recetas y gastronomía Ama la sitiología #gastronomia #paella #bibliografo detesta lo desabrido y frugal. Es @cocimaniaco con #recetas

Follow Me

Banner

Previous Story

Envoltorios y microondas: ¿puede el planeta digerir el auge de la comida preparada?

Next Story

¿Y si no fuera todo o nada? Comer mejor sin renunciar a la comodidad (sí, es posible)

Latest from Blog

La empanada gallega de atún que hacía mi abuela y nunca falla

Imágenes de la Receta Ingredientes Instrucciones 🖨️ Imprimir Receta 📲 Compartir en WhatsApp Título: Empanada Gallega de Atún 🍽️ Ingredientes Cantidad Ingrediente 500 g Harina de trigo 250 ml Agua 10 g Levadura fresca 5 g Sal 100 ml Aceite de oliva 2 Cebollas 2 Pimientos rojos 400 g Atún

Caldereta de cordero extremeña como la de la abuela fácil y llena de sabor

Imágenes de la Receta Ingredientes Instrucciones 🖨️ Imprimir Receta 📲 Compartir en WhatsApp Título: Caldereta de cordero a la Extremeña 🍽️ Ingredientes Cantidad Ingrediente 1 kg Cordero (preferiblemente pierna o paletilla troceada) 2 unidades Cebollas medianas 2 Pimientos verdes 4 Tomates maduros 2 dientes Ajo 200 ml Vino blanco 1
GoUp