No se trata de volver a hacer caldo de huesos a fuego lento cada domingo ni de demonizar el microondas. Pero entre la bandeja de plástico y la olla de barro, hay margen. Te damos ideas prácticas, realistas (y hasta valencianas) para sobrevivir al siglo XXI sin que tu alimentación parezca una sala de espera.
Un cierre sin dramas (pero con soluciones)
Después de explorar cómo la comida preparada está transformando nuestras cocinas, nuestras familias, el medio ambiente, el campo y hasta el alma colectiva mediterránea, podría parecer que solo hay dos caminos: cocinar como tu abuela o rendirte al imperio del tupper industrial.
Pero (¡sorpresa!) hay un punto medio. Un espacio donde la conveniencia y la conciencia pueden convivir sin necesidad de abrir un restaurante ni convertirse en activista ecológico. Comer mejor no tiene que ser difícil, solo hay que dejar de asumir que «rápido» es sinónimo de «vacío».
Así que, como buen final de temporada, aquí van propuestas concretas, ideas aplicables y algún toque valenciano, para que no digas que todo está perdido.
🥦 1. Semi-cocinar: el arte de hacer lo justo
No todo tiene que ser desde cero. Pero tampoco todo tiene que ser 100% precocinado. El punto intermedio existe. Se llama: semi-cocinar. Y no, no es pecado.
- Compra bases ya preparadas (arroz cocido, verduras troceadas, caldos), pero añade tus ingredientes, tus especias, tu toque.
- Prepara una salsa casera rápida para combinar con una pasta de supermercado.
- Usa un tupper de lentejas como base, y añade un sofrito o un huevo escalfado.
Cocinar «a medias» es seguir cocinando. Y te lleva 10 minutos. Lo que tardas en que te llegue un pedido a casa.
🍋 2. Cocina por lotes (y congela como si fueras tu madre)
Vale, no tienes tiempo cada día. Pero quizás sí un par de horas el domingo. Hazlo como si fueras una señora de Benimaclet con delantal y playlist de Los Panchos:
- Prepara dos o tres platos grandes (pisto, arroz al horno, caldo, verduras al vapor, couscous).
- Divide en raciones y congela.
- Combina con proteína rápida (huevo, lata de atún, tofu, etc.) y listo.
Tu “yo del miércoles por la noche” te lo agradecerá entre lágrimas de gratitud.
🍅 3. Vuelve al mercado (aunque solo sea los sábados)
Los supermercados están bien, no te vamos a mentir. Pero si una vez a la semana haces el esfuerzo de acercarte al mercado central, del Cabanyal o cualquier otro mercado de barrio, vas a ganar mucho más que un par de naranjas de mejor sabor.
- Verás producto de temporada.
- Hablarás con gente que sabe de lo que vende.
- Encontrarás cosas que ni sabías que te gustaban.
Y no necesitas llenar la cesta como si te estuvieras preparando para una guerra nuclear. Solo complementar tu compra habitual con producto de verdad. Poco, pero bueno.
🥘 4. Haz una receta tradicional al mes (sí, solo una)
No hace falta cocinar paella todos los domingos. Pero una vez al mes, cocina algo con historia. Algo que tenga nombre, origen, alma.
- Un arroz al horno como los de Ontinyent.
- Un blat picat de la Marina.
- Una olleta.
- O incluso una fideuà decente (con fideo del número correcto, por favor).
La idea no es hacerte chef, sino no olvidarte de dónde vienes. Y si lo haces en grupo, mejor.
♻️ 5. Elige con cabeza tus platos preparados
Si vas a comer platos listos para comer (porque lo vas a hacer), hazlo con criterio:
- Busca ingredientes reconocibles: si parece una fórmula de química, sospecha.
- Prioriza envases reciclables o compostables.
- Lee las etiquetas: si pone “estilo mediterráneo” y no tiene aceite de oliva… red flag.
- Alterna los preparados con fruta, frutos secos, yogur natural. Cosas que no necesitan receta pero sí suman nutrición.
El objetivo no es la perfección. Es mejorar lo que ya haces.
🧃 6. Vuelve a comer con alguien (aunque sea sin cocinar)
Este consejo no es sobre comida. Es sobre cómo comemos. Una vez a la semana, cena con alguien sin pantallas. Comed lo que sea, aunque sea comprado. Pero juntos. Sentados. Sin prisa.
Comer acompañado no engorda. Engrandece.
🥄 7. Enseña a tus peques (o sobrinos) a cocinar algo
No tienen que saber hacer croquetas, pero sí deberían saber cómo se bate un huevo, cómo se pela un plátano o cómo se corta un tomate sin miedo.
La comida no es solo nutrición. Es educación, autonomía y cultura.
Si no les enseñamos nosotros, ¿quién lo hará? ¿YouTube?
🌍 8. Cocina = resistencia (y no es broma)
Cada vez que cocinas algo simple en casa:
- Evitas residuos.
- Apoyas a productores locales.
- Preservas recetas.
- Construyes recuerdos.
- Te rebelas, aunque sea un poquito, contra un sistema que lo quiere todo rápido, controlado y sin alma.
No es solo cocinar. Es resistir.
Un final sin nostalgia, pero con propósito
Nadie te pide que hagas pan de masa madre ni que renuncies a los platos preparados. Lo que está en juego no es la cena de esta noche, sino el modelo de alimentación del futuro. Un modelo que puede seguir siendo cómodo… sin dejar de ser humano.
Para reflexionar:
¿Y si el verdadero lujo en el siglo XXI fuera tener tiempo —y ganas— para cocinar, compartir y saborear… aunque solo sea de vez en cuando?
Follow Me