Según los autores, las evidencias científicas apuntan a que el contenido total en lípidos no es un indicador adecuado para valorar los efectos negativos o beneficiosos de los alimentos. En esta línea, las grasas de los frutos secos, del pescado y de aceites vegetales ricos en compuestos fenólicos son más saludables que los lípidos procedentes de la carne y los alimentos procesados.
Los participantes que más redujeron su peso siguieron la dieta mediterránea no restringida en calorías y rica en aceite de oliva
«Más de cuarenta años de política nutricional han abogado por una dieta baja en grasas; pero estamos constatando que esta tiene muy poco impacto en el control de los niveles de obesidad», explica Estruch, que también es miembro del CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición del Instituto de Salud Carlos III.
Beneficios para la salud
El nuevo estudio «muestra que una dieta mediterránea rica en grasas vegetales como el aceite de oliva y los frutos secos tiene poco impacto sobre el peso corporal o el perímetro abdominal en comparación con los efectos de una dieta baja en lípidos. La dieta mediterránea tiene beneficios para la salud bien conocidos e incluye grasas saludables (aceites vegetales, pescado y frutos secos)», subraya el investigador.
La obesidad es un factor de riesgo para diversas patologías como enfermedades cardiovasculares, diabetes de tipo 2, cáncer, patologías musculoesqueléticas, etc. Para evitarla, es recomendable el ejercicio físico y una dieta baja en grasa: hasta un límite del 30% de lípidos en la ingesta total de energía, según recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y otras entidades internacionales.
Diversos estudios han constatado que la dieta mediterránea –que incluye grasas saludables– puede ayudar a reducir los riesgos para la salud. Sin embargo, las prevenciones contra la ingesta de grasas hacen que todavía se recomienden más dietas pobres en lípidos para perder peso corporal.
7.447 participantes durante cinco años
La investigación incluyó 7.447 participantes (hombres y mujeres, entre 55 y 80 años), y se llevó a cabo en once hospitales de toda España durante el periodo 2003-2010. Los participantes fueron divididos en tres grupos según el tipo de alimentación que seguían.
El primero llevó una dieta mediterránea no restringida en calorías y rica en aceite de oliva. El segundo, una dieta mediterránea sin restricción calórica y rica en frutos secos. El tercer grupo llevó una dieta baja en todo tipo de grasas. Todos los participantes tenían un perfil de alto riesgo cardiovascular o eran diabéticos de tipo 2, y más del 90% tenían sobrepeso o eran obesos.
El perímetro abdominal aumentó más en el grupo que seguía una dieta baja en grasas, en comparación con los grupos con dieta mediterránea
Después de cinco años, el consumo total de grasas se había reducido en el grupo de la dieta baja en lípidos; mientras que había aumentado ligeramente en los dos grupos que seguían una dieta mediterránea. Según los resultados, en general todos los participantes perdieron peso: en concreto, los que más redujeron su peso corporal seguían la dieta mediterránea no restringida en calorías y rica en aceite de oliva. En cuanto al perímetro abdominal, aumentó más en el grupo que seguía una dieta baja en grasas, en comparación con los grupos con dieta mediterránea.
En un comentario a este artículo científico, el profesor Dariush Mozaffarian (Universidad de Tufts, Boston), subraya que «se deben revisar las pautas dietéticas para eliminar los límites arbitrarios y obsoletos sobre el consumo total de grasas en la dieta».
Eliminar prejuicios
El experto agrega que «también se han de eliminar los prejuicios y advertencias contra opciones más saludables y ricas en grasas, por ejemplo, frutos secos, aceites vegetales ricos en componentes fenólicos, yogur o, incluso, queso. Debemos dejar de lado el mito de que los alimentos pobres en grasas y calorías conducen a un aumento menor de peso. Esta ilusión se traduce en políticas paradójicas que se centran en el cómputo total de las calorías y no en la calidad de los alimentos».
Para Mozaffarian, el contenido en grasas de los alimentos no es un indicador útil para estimar los efectos positivos o negativos que tienen sobre la salud a largo plazo. «La evidencia científica moderna es compatible con la opción de comer más calorías procedentes de la fruta, los frutos secos, los vegetales, el grano, el pescado, los yogures, los aceites vegetales, etc., y menos calorías de productos procesados ricos en almidón, azúcar, sal o grasas trans», concluye.
Referencia bilbiográfica:
Ramón Estruch et al. «Effect of a high-fat Mediterranean diet on bodyweight and waist circumference: a prespecified secondary outcomes analysis of the PREDIMED randomised controlled trial«. The Lancet (7 de mayo, 2016)