Hay vinos buenos y vinos malos. Por suerte, hay varias características en las que cualquiera se puede fijar para determinar la calidad del vino que va a consumir. De esa forma podemos estar seguro de que la botella que tenemos en las manos es de buena calidad, además de conocer algunos de sus secretos.La intensidad de color del vino tinto nos ofrece mucha información sobre el tipo de vino que vamos a degustar. Te invitamos a conocerlos.
Los distintos tipos de uva tienen grosor de piel diferente. Mientras más gruesa sea la piel de la uva, mayor será cantidad de antocianos que puede contener (pigmentos que dan color al vino) y en consecuencia mayor será la intensidad de color en el vino resultante.
Otras variables como el clima o el tipo de elaboración pueden afectar a mayor o menor medida a la intensidad cromática del vino.
No obstante en el siguiente gráfico se pueden apreciar las diferentes intensidades de color en los vinos tintos habituales según los tipos de uvas más empleadas en la elaboración de tintos en todo el planeta.
El equilibrio: en un vino el equilibrio se puede deducir por la armonía que existe entre sus diferentes características. Un vino equilibrado se caracteriza por poseer un aroma, un sabor y un color en consonancia. Cualquiera de ellas puede destacarse por encima de otra pero, si todas son percibidas en el mismo grado estarás ante un gran vino. Es la cualidad más complicada de percibir, pero también la más valiosa de todas, ya que conjuga varios elementos esenciales de la bebida. Cuanto más uniforme sea la percepción, más equilibrado será el vino.
Color diáfano y cristalino: el color del vino es una de las cosas más importantes y que más llaman la atención del consumidor. En un vino de calidad, el color debe ser diáfano y cristalino. Si, por el contrario, el color fuese algo turbio u opaco, el vino está en mal estado. El color del vino debe permitir ver a través de la copa si se pone al trasluz. En el caso de los tintos, el tono deberá ser similar al color de una cereza. La oscuridad del tono variará dependiendo del tipo de uva utilizada.
El olor: el olfato juega un papel muy importante a la hora de decidir la calidad de un vino. Al probar un vino, la sensación que se percibe procede antes de la nariz que de la boca. En caso de que el olor que notes sea avinagrado o un olor a corcho, ese vino no está en buen estado. El olor más característico en los vinos de calidad recuerda al aroma que desprenden muchas frutas en un estado avanzado de madurez, aunque dependerá de la uva que haya sido utilizada para elaborarlo.
Sabor: el rey en un vino no podía ser otro que el sabor que deja en el paladar. El sabor de los buenos vinos varían según la uva que se haya utilizado. En los tintos, por ejemplo, suelen dejar regustos a frutas, a roble, a vainilla e incluso a tabaco. Si el sabor del vino, por el contrario, se nota avinagrado, la bebida está en mal estado. Para percibir completamente el sabor debes tomar un sorbo y, antes de tragarlo, debes hacer recorrer el vino por toda la boca.
El cuerpo: el cuerpo en un vino es la capacidad que tiene para llenar la boca del que lo prueba, embriagar sus sensaciones olfativas y dejarle un regusto final que perdure en el paladar.