La hoguera, la Bendición de los animales o el Porrat, se incorporan este año a las nuevas iniciativas que la Hermandad de San Antonio Abad quiere poner de nuevo en valor para la fiesta. Reforzado y engrandeciendo de esta forma el evento en el Cap i casal.
El también tradicional Porrat (ese que el refrán popular dice ‘de los porrats de enero, el de san Antonio es el primero’) continuará estando presente, aunque adaptando a las modas actuales como a consecuencia de nuevos gustos, Nuevas preferencias y nuevos productos. El resultado de esta reconversión ha sido la ampliación de la variedad del producto de fruta seca dulce y salada (garbanzos, cacaos, almendras, avellanas, dátiles, orejones … etc), ahora se pone a disposición las nubes y Otras modernas chuches de azúcar.
Los antiguos diccionarios valencianos explican los porrats como «especie de pequeña feria de cosas comestibles, como garbanzos
tostados, avellanas, almendras, orejones, ciruelas secas, turrón, etcétera, que se hace con motivo de la fiesta de algún santo y su
octava». Agrega el historiador José Martínez Aloy que «estas pequeñas ferias de frutos tostados se celebran a las puertas de ciertos santuarios fuera de la ciudad, dando lugar a devotas y alegres romerías». En el caso que nos ocupa que no es otro que la fiesta de San Antonio Abad que se celebrará el próximo día 17, la Hermandad de San Antonio Abad, responsable del festejo, tiene la duda si se autorizará, por parte del Ayuntamiento, la colocación de las típicas «paraetes del porrat». Sería incomprensible.
«Dels porrats de gener, es el primer»… y tiene el aliciente popular y tradicional del desfile de animales que son llevados para ser
bendecidos a las puertas de la iglesia de ‘Sant Antoni del porquet’, en la calle Sagunto. Dice Marcos Antonio Orellana que desde muy antiguo «y sin saber que se sepa el principio, desfilaron los que tenían caballerías, particularmente los labradores, como por devoción, y en obsequio a dicho santo acudir el día 17 de enero al Santuario, y dando vuelta con sus animales al contorno de un olivo muy antiguo que existía en el claustro, junto al pozo, y después de rodear en circulo o dar una vuelta alrededor del olivo, cogían un ramo del mismo, y poniéndole a la caballería como adorno, se volvían muy contentos y con la confianza de que el Santo libraría a los animales de todo mal».
Esta devota costumbre, según el historiador Orellana, permaneció hasta el año 1737 en que el citado olivo fue arrancado al hacerse obras en el Santuario.