Cuando hace más de dos millones de años, los Homo erectus empezaron a comer carne cruda algunos de sus rasgos físicos se modificaron y adaptaron a los nuevos alimentos. Sus dientes se hicieron más pequeños, sus músculos para masticar se debilitaron y sus intestinos se acortaron. Según un nuevo estudio, el abandono del vegetarianismo y el uso de herramientas de piedra básicas para procesar la comida explican estos cambios evolutivos.
Al contrario de lo que pueda parecer, los productos vegetales que consumían los primeros homínidos eran más difíciles de masticar que la carne procesada. Según un estudio publicado en Nature, la disminución del tamaño de los dientes, de la fuerza de los músculos masticadores y del tamaño de los intestinos del Homo erectus no tendrían su origen en la cocina de los alimentos, sino en el abandono del vegetarianismo, para pasarse a una dieta con carne tratada por herramientas simples de piedra.
“Sabemos que hace 2,5 millones de años nuestros antepasados comían carne de forma regular. También que las herramientas de piedra más básicas se hicieron comunes hace 2,6 millones de años”, explica Daniel Lieberman, investigador de la Universidad de Harvard (EE UU) y autor del estudio.
“Así que –continúa el científico– nos preguntamos hasta qué punto esto influyó en la masticación de los seres humanos y en los cambios evolutivos que podemos observar unos miles de años después”.
Si la carne supusiera un tercio de la dieta, el número de masticaciones por año habría disminuido en un 17% y la fuerza requerida en un 26%
Los investigadores realizaron distintos experimento en los que varias personas masticaron comida procesada de la manera más simple posible, como habría podido estarlo en el Paleolítico inferior, es decir, cortada y golpeada con el objetivo de hacerla más blanda y manejable.
El equipo descubrió que masticar carne –en este caso, de cabra– habría sido más fácil para el Homo erectus que consumir vegetales como zanahorias o remolachas, consideradas parte de la alimentación de estos homínidos. Los científicos apuntan a que el abandono del vegetarianismo contribuyó a la evolución de su aparato masticador, que ya no necesitaba la misma energía para funcionar.
Según los resultados del trabajo, si la carne supusiera un tercio de la dieta, el número de masticaciones por año habría disminuido en un 17% y la fuerza requerida habría menguado en un 26%. Más tarde el hecho de cocinar y calentar los alimentos tuvo importantes beneficios, pero la carne cruda y el uso de herramientas ya transformaron el sistema intestinal humano más de un millón de años antes.
“Las evidencias sobre la introducción de la cocina son controvertidas. Los restos más antiguos se remontan a un millón de años. Pero la demostración del uso regular data únicamente de 500.000 de años atrás”, destaca Lieberman.
La importancia del tiempo de masticado
“Hemos analizado un tema de gran importancia, sobre el que no pensamos demasiado. El masticado influye en la manera en la que vivimos como humanos. La gente que vive fuera de la sociedad industrializada, en el medio rural, solo emplea un 5% de su día en masticar. La gente de las sociedades más avanzadas aún menos”, remarca el investigador.
“En la actualidad, nuestra dieta está determinada por la calidad de la misma y la forma de cocinar. Sin embargo, el cambio en la evolución humana proviene de mucho antes”, concluye el científico.
Referencia bibliográfica:
Daniel Lieberman, Katherine Zink “Impact of meat and Lower Paleolithic food processing techniques on chewing in humans”. Nature (9 de marzo de 2016) DOI: 10.1038/nature16990